Columna del Prof. Walter Sánchez

Dilma: el día después

Juicio político a Dilma en Brasil - Columna del Prof. Walter Sánchez

El Doctor en Ciencia Política de la Universidad de Notre Dame y Profesor Titular de la Universidad de Chile realiza un análisis de la compleja situación que vive actualmente la primera mandataria brasileña, ad portas de un juicio político que -de ser aprobado por la Cámara Alta- podría implicar su destitución. Las causas que originaron el impeachment y sus posibles efectos para la potencia latinoamericana, así como sus implicancias para la región; son algunos de los temas que el académico aborda en la siguiente columna.

Prof. Walter Sánchez, académico IEI.
Prof. Walter Sánchez, académico IEI.

El día después para Dilma y Lula será otra de las señales de los retrocesos democráticos que ocurren en el país más grande e influyente de América Latina.


Los seguidores de estos líderes son -en su mayoría- las clientelas sociales y políticas favorecidas por las políticas de combate a la pobreza que ensayaron esos gobiernos. Estos avances sociales no deberían perderse en la transición.


Pero no es nuevo lo que ocurre en la región. En Caracas el año 1993, el Presidente Carlos Andrés Pérez cayó por los escándalos de corrupción, después de un intento de golpe fallido inspirado por Hugo Chávez.


En 1992, Lula apoyó la salida del ex Presidente Collor de Mello, quien también fuera destituido por cargos de corrupción. Ahora, se da vuelta la tortilla. La “mujer de Lula” -como se referían a Dilma en forma alegórica los círculos políticos- y el propio Lula son hoy juzgados por el mismo tipo de acusaciones.

La mujer del César debe ser y parecer y ello no ocurrió ante los ojos de las grandes mayorías...Ambos perdieron la confianza de la población. Para blindarlo de un juicio y de la cárcel, Dilma lo nombra Ministro de la Casa de Gobierno. Un error y otra señal de retroceso democrático.


Si bien Rousseff es parte de esas redes de corrupción, el quid de la acusación en su contra se denomina en jerga financiera “un pedaleo de las cuentas fiscales“. No se pagó a tiempo a los bancos privados y así se hizo una cosmética financiera a las cuentas fiscales que fortaleció su imagen. Apariencia, que también la ayudara a conseguir su reelección por un segundo período.


Otro signo de retroceso político se manifestó cuando la sociedad civil se polarizó a niveles nunca imaginados. La sesión de los diputados para la acusación constitucional, se transformó en una trasmisión por cadena nacional que daba la sensación de una final mundial de fútbol. Los discursos en favor y en contra demostraron que el nivel de ideologización llegó a tal punto que, mientras unos anunciaban la parusía y la salvación del Brasil, los otros amenazaban con las penas del infierno a sus seguidores. Ni lo uno ni lo otro ocurrirá.


Si bien se entienden los argumentos sólidos para enjuiciar a Dilma por irresponsabilidad fiscal, a final de cuentas se le juzga también por su convivencia y participación en las grandes redes de corrupción. Esto constituye otro retroceso, porque al judicializar la política, las decisiones se trasladan a cortes y jueces que no han sido elegidos democráticamente. De esta manera, se abandona una larga historia de pragmatismo de esa gran nación.


La carta de la transición que representa el Vicepresidente Michel Temer es, para muchos, de temer. Su popularidad es muy baja y al igual que el Presidente de la Cámara de Diputados, formó parte de las redes que usufructuaron de dineros negros. Sobre más de la mitad de los diputados brasileños pesan cargos de corrupción. Y con este juicio político pretenden lavar en cierta medida su propia imagen. Temer llegaría al poder - como dice Dilma- sin ser electo. Por ello, su argumento de que estamos en presencia de un “golpe blanco” o un golpe de estado contra la democracia convence a muchos. Sin embargo, se trata de una falacia: nadie; ni ella ni Lula ni Chávez están por sobre “el soberano pueblo” como decía nuestro fundador Andrés Bello. Si bien es democrático elegir y pedir la renuncia de una autoridad electa popularmente, ello sólo es posible mediante una acusación constitucional. Ése fue precisamente uno de los argumentos de Lula cuando apoyó la destitución de Collor de Mello. Y podría ser el mismo de los que piden la renuncia de Maduro, el “hombre de Chávez”.


Lo que viene el día después -probablemente unos tres meses- es la intervención del Senado donde la posibilidad de aprobarse un juicio político tiene mayoría. Se esperan mejores argumentaciones y sería el segundo presidente destituido legalmente en una democracia vital para la región. Si algo similar ocurre en Venezuela sería otra señal que en América Latina se avanza y retrocede en los procesos democráticos.


Algo huele mal en estos sistemas políticos de Brasilia y Caracas. Es evidente el bajo nivel de formación cívica del “soberano” (los electores), así como la falta de transparencia de esos gobiernos.


En Brasilia, la unión de dos poderes fácticos -el poder de un súper estado y el dinero público/privado- se alzaba como una forma tan natural de cogobierno que ya nadie reaccionaba. El desgaste del modelo económico (heredado de Lula) que llevó al país a la bancarrota con ciertos aires de un deteriorado chavismo colapsó. La élite política dominante ya no resistió y las represas contra la colusión se desbordaron con las fuerzas arrolladoras de los actores sociales.


Los escándalos del Mundial de Fútbol y de los Juegos Olímpicos, la visita del Papa Francisco, cierta independencia del poder judicial liderado por el juez Moro, así como el papel de los medios y redes sociales; actuaron como antesala de una sociedad civil que afortunadamente despertó hasta lograr su sueño más anhelado: Tchau, querida.

Por Walter Sánchez González (Phd.)

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