A pesar de que la maquiladora representa una gran fuente de empleo en México y más aún en Ciudad Juárez, el desarrollo de este tipo de industria trajo consigo muchos problemas, sobre todo de tipo social, como por ejemplo el aumento del narcotráfico, que además de extenderse por la ciudad incorporó también a las mujeres en el ilícito.
De hecho y como bien explica la profesora de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Martha Estela Pérez García, primero las mujeres se incorporaron a la industria maquiladora, donde fueron maltratadas para justificar sus bajos salarios. Luego, atraídas por una mejora sustancial en su situación económica y, muchas veces, presionadas por sus parejas, ingresaron al mundo del narcotráfico.
“Algunas se dedicaron al tráfico, pues eran buenas coartadas, al no ser registradas y porque nadie iba a sospechar de una mujer que viajaba con sus hijos. Otras sustituyeron a sus parejas, las cuales habían sido asesinadas o bien se encontraban encarceladas”, explica la académica que participó en un nuevo Mediodía Internacional organizado por el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.
La profesora Pérez reconoce que no es hasta entrado el siglo XXI que la academia empieza a documentar y a estudiar el fenómeno de las mujeres en el mundo de la droga, aportando conocimiento para tratar de reconstruir la historia en este contexto.
Esta información ya sistematizada también pone fin al imaginario colectivo que percibía a las mujeres como sujetos no activos en las organizaciones criminales.
“Ellas ingresan al mundo del narcotráfico por problemas económicos y bajo nivel educacional, entonces ven este negocio como la única vía de escape para sacar adelante a sus familias. De hecho, la droga les significa obtener 14 veces más ganancias en un solo día que lo que podrían recaudar en una semana de trabajo en la industria maquiladora”, comenta.
Finalmente, la académica reconoce que las mujeres que realizaron actividades de sicarias, mulas, buclonas e incluso jefas en el mundo de la droga, consideraron que el patriarcado jugaría a su favor y utilizaron su cuerpo, encanto y supuesta inocencia para transportar droga u ofrecer favores sexuales.
“Sin embargo, no se percataron que fueron cosificadas y usadas para ser, finalmente, abandonadas en cárceles o asesinadas con extrema crueldad”, concluye.
