Economía política del comercio internacional: el cambio de orden y la estrategia de Chile

Economía política del comercio internacional

Jaquelin Morillo. Instituto de Estudios Internacionales, Universidad de Chile - jaquelin.morillo@gmail.com

Puerto de Singapur
Puerto de Singapur

Los cambios y continuidades del sistema internacional han repercutido en diversas áreas e interacciones de la economía política global. En este sentido, el comercio internacional no se ha quedado de lado y el accionar de los Estados responde a estos nuevos escenarios. Es en este marco en el que Chile aplica una estrategia que responde a la coyuntura y busca superar las complejidades y desafíos actuales, para continuar con una lógica de inserción internacional.

En el último tiempo, una serie de sucesos han sorprendido los titulares a nivel global. La paralización del Trans Pacific Partnertship, el comienzo del éxodo de Gran Bretaña de la Unión Europea, la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA, por sus siglas en inglés), entre otros, han sido solo algunas de las preocupaciones que aquejan a las dinámicas del comercio a nivel global. Sumado a eso y desde el plano multilateral, los diluidos resultados de la ronda de Doha en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC) no dan indicios de una pronta resolución y las dinámicas en el plano político también han marcado un punto de inflexión con la elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos; las dificultades sucedidas en el proceso de Paz en Colombia, y las recientes elecciones en Francia, por mencionar algunos hitos.

Es claro que el contexto global se encuentra en un inminente cambio de estrategias y recursos de poder por parte de los actores relevantes. Estas variaciones parecen responder a diversas causas y procesos. En primer lugar, la retracción de la apertura y la dependencia a los factores y sujetos foráneos han marcado un quiebre en las dinámicas de interacción globales. En su artículo titulado “The Eclipse of the State? Reflections on Stateness in an Era of Globalization”, del año 1997, Peter Evans sugirió una hipótesis razonable y optimista acerca del rol de los Estados en el concierto internacional, la cual ilustró por medio de la metáfora de un péndulo. El autor sostenía que la relación entre el Estado y la globalización se define a partir de la “oscilación del péndulo”, es decir, que la inercia por reducir la importancia del Estado en el concierto internacional constituye una reacción natural frente a sucesos anteriores que implican una importante presencia del Estado en las dinámicas globalizadoras y viceversa.

Esta metáfora también es aplicable al rol de los Estados en el comercio internacional. Hoy en día, los Estados parecen encontrarse en una fase de relativa retracción de su participación en el comercio global. Si bien los volúmenes de comercio no se han visto disminuidos de manera significativa, las voluntades de compromisos comerciales internacionales, sí. En este sentido, tras superar la era del coloquialmente llamado “Consenso de Washington”, se han complejizado los acuerdos comerciales, más que nada por la necesidad de responder a los nuevos mecanismos de intercambio comercial. La importancia de los servicios en las economías contemporáneas, las normas ambientales, laborales, sanitarias y fitosanitarias, los regímenes de inversiones y las reglas de origen, entre otros elementos, se han consolidado en acuerdos OMC Plus (que van más allá de los compromisos acordados en el marco de la OMC) y OMC X (que incluyen nuevas temáticas no incorporadas en el fuero de la OMC y que responden a las exigencias de las dinámicas comerciales actuales). Es, entonces, donde los compromisos internacionales se tornan más complejos a la hora de negociarse.

Asimismo, el rol que adoptan los actores no estatales en materia laboral, ambiental y productiva, las cada vez más frecuentes cadenas de valor global y la emergencia de nuevos mercados incipientes, también dan indicios de que el orden internacional no responde a las dinámicas regulares. Todo esto sumado a una creciente desacreditación de ciertas instituciones claves para las interacciones globales. En este sentido, las intenciones de Estados Unidos de retirarse del Acuerdo de París y del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas son solo ejemplos de los cambios institucionales que se desenvuelven en el marco de nuestro débil sistema internacional. Las instituciones creadas con el supuesto propósito de proteger bienes globales y defender el proceso de policy-making de las políticas públicas internacionales, se están encontrando en una encrucijada en la que los actores de poder tradicionales no responden a las reglas y normas que ellos mismos diseñaron. La tesis del péndulo de Peter Evans no pierde vigencia. En su último libro “The World Order”, Henry Kissinger afirma que los sistemas internacionales son estructuras endebles con una vida breve, aunque en el momento de su gestación se diseñen considerando una existencia perpetua. Es así que los Estados se acomodan de manera constante a los sucesos internacionales que afectan a las lógicas anteriores. Según el ex Secretario de Estado, la globalización ha conducido al Sistema Internacional a un debilitamiento del estado-centrismo, contraponiéndose con lo sucedido durante el siglo XX, en el que el Estado había tomado un rol preponderante y destacado en el diseño de normas y paradigmas y en sujeto, por excelencia, de la diplomacia y las relaciones internacionales.

Hace más de 20 años, Francis Fukuyama escribió uno de los más polémicos ensayos en materia de relaciones Internacionales: “El fin de la Historia”. El mismo exponía que tras el triunfo del liberalismo económico y de los principios occidentales, estos habían logrado posicionarse de manera doctrinaria en el orden global. Tiempo después y tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el autor redefine su postura, revisando las dinámicas de continuidad y cambio en materia de sucesos internacionales. Esta breve anécdota disciplinar ilustra la dificultad de perpetuar sistemas y órdenes respecto de los sucesos globales. Siguiendo esta lógica, es posible situarnos en una era de cambio en las dinámicas comerciales. Desde un enfoque sistémico, es claro que la hegemonía comienza a ser algo del pasado. Cada vez más actores toman un rol relevante en materia comercial. El ascenso de Asia es solo una respuesta a los sucesos que se desencadenan en el marco de una institucionalidad débil y un liderazgo endeble por parte de los Estados Unidos. Los países asiáticos, en especial China, han encontrado un espacio dentro de los regímenes económicos y diplomáticos a nivel global y buscan obtener el mayor rédito posible de ello.

A nivel regional también existe una incertidumbre abrumante. Considerando las dificultades para la integración, el Mercosur en un relativo estancamiento y la Alianza del Pacífico diseñada con una institucionalidad y estructura débil, parecieran ser las propuestas integradoras menos fallidas en la región. Al mismo tiempo, las diferencias ideológicas y la competitividad de las exportaciones complejizan dicho proceso, dejando como resultado niveles muy bajos de comercio intrarregional y bajos niveles de complementariedad entre las economías latinoamericanas, dificultando la creación de cadenas de valor. También es importante mencionar que la región carece de un liderazgo claro. Los sucesos políticos ocurridos en Brasil tras el impeachment de Dilmah Rousseff y la reestructuración del sistema económico en Argentina tras doce años de aislacionismo comercial, elimina de la terna a los candidatos históricos por el liderazgo regional. Mientras tanto, México busca una redirección de su política comercial y potenciales nuevos destinos para sus exportaciones a causa de la renegociación del TLCAN, pero lo hace sin observar de manera significativa a la región.

A modo de síntesis, las dinámicas comerciales se encuentran en un momento de cambio y reestructuración, lo cual genera incertidumbre y una relativa retracción en el marco del concierto internacional. Aún así, los sucesos actuales generan espacios que se podrían aprovechar desde la región para lograr un mejor posicionamiento a futuro. América del Sur podría estrechar sus relaciones de intercambio con México, que se encuentra en una situación de plena incertidumbre con su histórico partner comercial, y Asia podría ser el destino de una exportación coordinada de bienes y servicios latinoamericanos. En este sentido, aquellos países que logren cultivar el espacio existente entre el viejo y el incipiente orden comercial, serán los más beneficiados del proceso.

Chile, por lo pronto, se encuentra realizando una estrategia acertada que responde a la coyuntura y que lo posiciona como uno de los países con mayor conectividad en la región. La renegociación del Acuerdo Comercial con Canadá da indicios que comprende claramente las dinámicas de cambio. Asimismo, la negociación para profundizar los alcances del Tratado de Libre Comercio (TLC) con China y la reanudación de las negociaciones con Indonesia para alcanzar un acuerdo comercial, deja en evidencia la claridad de esta estrategia ante el reordenamiento del sistema global y los nuevos actores relevantes.

Así también, Chile no deja de observar a la región y considerar el comercio con sus vecinos como un elemento clave de su política comercial. Tal es así que ha expresado voluntad de profundizar las relaciones comerciales con Argentina para finales de 2017 con el propósito de ir más allá del Acuerdo de Complementación Económica de 1991. Este enfoque regional no es necesariamente una negación de los aliados comerciales anteriores, sino que al mismo tiempo que toma la iniciativa para negociar con nuevos actores, Chile busca apoyo de Bruselas para renegociar Acuerdo de Asociación con la Unión Europea.

En este sentido, podemos ver la estrategia chilena en materia comercial como un proceso de larga data que se reinventa de manera constante y busca acomodarse a las modificaciones de las estructuras tradicionales. La estrategia chilena, rebasa los compromisos en el marco de la OMC y supera a sus acuerdos OMC X. Podríamos decir que las respuestas de Chile ante el cambio es una iniciativa “OMC Z”, dado que no solo busca incrementar sus compromisos con nuevos actores con acuerdos que superan los tópico y los estándares de la OMC, sino que también actualiza sus acuerdos preexistentes, a fin de amoldarlos a una coyuntura sumamente cambiante.

El caso chileno no solo es emblemático dada su trayectoria y su positiva interacción en materia comercial con el mundo, sino que también se destaca por encontrar una estrategia que resuelve el desarrollo y crecimiento económico en el marco de una economía pequeña. En este sentido, si bien el contexto global puede ser incierto, cuando el péndulo oscile, Chile estará en la cumbre de la ola.

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